—Esto... —No era solo el cielo, sino que también la tierra mostraba señales de su fin. El suelo comenzó a temblar violentamente, mientras aparecían grietas y hendiduras por todos lados.
Sin embargo, esto no era lo que hacía cambiar la expresión en los rostros de Leo y otros, sino las nubes negras.
—¡Está empezando! —Jeremy miró a Leo—, ¡necesitamos actuar, necesitamos actuar ya!
—¡Maldición! —Leo sabía que no obtendría respuesta de los cardenales a tiempo. Así que, simplemente transmitió lo sucedido y luego se giró hacia Jeremy y le dio una firme afirmación con la cabeza.
Jeremy difundió la orden de actuar, mientras Leo se quedaba en su lugar, sacando un abanico de aspecto antiguo, uno que parecía más adecuado para damas que para hombres. No lo abanicó, simplemente lo abrió y lo alzó hacia las nubes como si fuera a luchar contra esta catástrofe con este inútil abanico.