Al abrir una gran puerta, Ulrick entró en una enorme cueva, con un techo abovedado que era resbaladizo, casi como si no hubiera sido tallado, sino moldeado.
Dentro de la sala, cerca de cien jóvenes estaban entrenando, ya fuera combatiendo con espadas o practicando tiro al blanco con magia, ocupando la mayor parte del espacio.
Todo excepto un anillo central estaba ocupado.
Y era hacia este anillo central donde se dirigía Ulrick.
A medida que se acercaba, el suelo empezó a cambiar en el centro, elevándose una pequeña plataforma hecha del mismo piedra que el resto de la sala. Ulrick caminó directamente hacia la plataforma, deteniéndose frente a ella.
Los susurros comenzaron a esparcirse entre los jóvenes mientras observaban pasar al guardián de su familia.
—¿Me engañan mis ojos? ¿Por qué está el Guardián Ulrick en la sala de entrenamiento?
—No, yo también lo veo. Pero él nunca baja aquí.