—En cuanto su mano se quedó a una pulgada de la piel de Kary, algo destelló y la mano cayó al suelo.
—Sangre salpicó en el brazo de Kary, su mirada helada, casi indiferente, mientras observaba el ahora muñón del antebrazo del hombre.
—El hombre no gritó, lo cual es muy a su favor, pero su gruñido de dolor fue seguido inmediatamente por el sonido de armas desenfundándose y gritos.
—¡Baja el arma! ¡Abajo! ¡Ahora! —la situación se convirtió en un concurso de gritos y un juego de gallina, ninguna de las partes queriendo retroceder.
—Alex, mientras tanto, estaba listo para saltar en un segundo. Mataría a cualquiera y a todos en la habitación si necesitaba hacerlo.
—Nadie tocaría un pelo en la cabeza de Kary.
—Kary se inclinó hacia el hombre que gruñía de dolor, sosteniendo su muñón en medio del caos, y le sonrió. Pero no era una sonrisa feliz o reconfortante.