Astaroth y Fénix reaparecieron dentro de la mazmorra, que parecía unas viejas ruinas abandonadas de un pueblo. Las construcciones de piedra y lodo seco daban pistas de un antiguo modo de construir, y les indicaba qué tipo de mazmorra esperar.
Pero no había cuerpos de monstruos ni restos por ningún lado que les permitieran adivinar con qué tipo de enemigo se enfrentarían. A medida que avanzaban más adentro, el mapa de la mazmorra ya explorado para ellos, ya que se habían unido a un grupo que ya estaba dentro, se dirigían hacia los puntos verdes en su mapa.
Extrañamente, no había miasma en ninguna parte visible, ni restos de maná demoníaco flotando en el aire. Astaroth frunció el ceño al ver claramente las partículas que emanaban del portal.
—Algo está mal. Parece que no hay rastro de maná demoníaco aquí, pero vi algo en el portal —dijo Astaroth.
Fénix voló junto a él mientras se desplazaban a gran velocidad por las calles vacías.