Los ojos de Alexander se abrieron de par en par al darse cuenta. Pasó de la fotocopia en sus manos a las muchas radiografías en la pantalla, y se le cayó la mandíbula.
La cantidad de huesos fracturados en estas imágenes era insana. Llegó al punto en que Alexander se preguntó cómo no se había convertido en pasta con lo que sea que causó esto.
El doctor se rió de su reacción.
—Impresionante, lo sé. Rompiste alrededor de ciento cincuenta huesos de los doscientos seis que tiene tu cuerpo. No es un récord, pero está muy cerca. Y asumo que el impacto real rompió más que eso —dijo el doctor.
Alexander no podía creer la cantidad de huesos rotos que había en su cuerpo. ¿Cómo es que no se sentía fatal en este momento?
Pero luego se quedó pensando en la última frase que dijo el doctor.
—¿A qué te refieres con más que esto? ¿No deberían aparecer todas las fracturas en estas? —preguntó Alexander.
El doctor le sonrió.