David miró con desdén al gordo que tenía enfrente, su mente ya buscando una forma de salir de esta situación sin recurrir a la violencia. No le importaba en lo más mínimo si esta escoria moría o no, pero sabía que esto solo atraería una atención no deseada hacia él.
Pero cuando los otros tres hombres rodearon a su pequeño grupo, David supo que no había más tiempo para pensar. Debía actuar ahora, con la brutalidad de un martillo, o lo forzarían a enfrentar el filo de una espada.
Kary observaba a dos de los hombres mirándola desde mucho más cerca ahora, la baba saliendo de sus bocas.
Uno de ellos dio un paso adelante, extendiendo su mano hacia ella.
—Ven aquí, nena. No te quedes con esos dos enclenques. Te mostraré cómo sabe un hombre de verdad. No vas a querer volver nunca al mundo de la superficie.