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El tráfico en la ciudad a mitad del día era lo suficientemente malo como para que el trayecto de quince minutos se convirtiera rápidamente en una hora de viaje, durante la cual Alfred no dijo ni una palabra, dejando a Alexander solo con sus pensamientos.
Esto lo hizo impacientarse, y para cuando llegaron a la parte rica de la ciudad, Alex ya se estaba imaginando los peores escenarios en su mente.
Escenarios como tener que enfrentarse a Ricardo y ser prohibido para siempre de hablar con Violeta. O que a Violeta le prohibieran jugar a Nuevo Edén.
Al llegar al largo camino de entrada a la pequeña mansión rústica, la nerviosidad de Alexander alcanzó su punto máximo, y Alfred finalmente abrió la boca para hablar.