Después de comer un almuerzo económico, que consistía en un ramen de cinco dólares, mejorado con algunas verduras frescas y dos huevos a medio cocer, Alexander se sintió rejuvenecido. La gran ingesta de calorías después de su intenso entrenamiento lo hizo sentirse un poco lento, pero al menos su estómago dejó de rugir como un terremoto de categoría cinco.
Kary, por su parte, se preparó dos sándwiches de queso a la parrilla, estando menos hambrienta que él. Pero eso no la detuvo de robar un par de bocados de su plato, como la pequeña ninja de la comida que era.
Alexander casi olvidó que tenía una cita desagradable al comienzo de la tarde, su boca alcanzando el cielo del paladar durante el almuerzo. Pero no una hora después de comer, mientras estaba recostado en el sofá viendo las noticias, un mensaje de texto captó su atención.
Desplegando su smartphone, miró al remitente, y su rostro se ensombreció.
Kary miró su viejo teléfono de reojo y se burló de él.