León se recostó en su silla, balanceándola sobre sus patas traseras, luciendo ligeramente deprimido. Tras emitir un largo suspiro, explicó su razonamiento.
—En los últimos diez años, hemos tenido muchas discusiones entre los gobernantes de los muchos reinos del continente. El consenso es que, independientemente de lo poderosos que los anormales pueden ser como aliados, su tipo es una incógnita.
—Nadie sabe de qué lado decidirán luchar finalmente. Podrían ser el fin de este mundo, tanto como su salvador. Simplemente no hay forma de saberlo. Aunque muchos gobernantes quedaron impresionados por tus acciones previas, de manera positiva, otros reinos han establecido una prohibición estricta sobre los anormales debido a las acciones de unos pocos.
—Incluso yo he tenido que ceder a algunas de sus exigencias irracionales.