Pulsando una onda de maná hacia afuera, Astaroth se concentró en cada partícula de maná en un radio de quinientos metros, extendiendo su enfoque tanto como pudiera, sin perder su atención al detalle.
Desde ese punto, podía sentirlo todo. Ya fuera el maná en el aire, fluyendo con el viento, o las partículas de maná de la tierra, elevándose con el polvo del combate, lo sentía todo.
Cayendo en un trance hiperenfocado, todos los sonidos dejaron de llegar a su cerebro, mientras su mente eliminaba cualquier estímulo que no proviniera del maná. Con esto, su cerebro empezó a analizar cada partícula que podía sentir, encontrando sus diferencias.
En cuestión de segundos, fue capaz de fijarse en la esencia de la corrupción. Ya sabía que provenía del maná demoníaco, filtrándose en su plano, pero había algo más en ello.