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Sentado en la caja, Korin Softpaw, una cáscara de lo que alguna vez fue. Lo que horrorizó a Astaroth, sin embargo, no fueron sus mejillas hundidas, ni su piel pálida.
Korin estaba mucho más dañado que eso.
En su rostro, faltaban dos cosas muy importantes. Sus ojos.
En su lugar, dos huecos vacíos, venosos y rojos donde alguna vez estuvieron ojos perspicaces.
Astaroth también notó que le faltaba una pierna, cuando bajó la mirada un poco. En este estado, era un milagro que hubiera sobrevivido a lo que sea que le hubiera pasado.
Lágrimas comenzaron a correr por el rostro de Astaroth, al recordar a Korin sonriendo mientras cazaban, o cuando despertó en el bosque con Korin velando por él. O cada vez que le cubría la espalda durante las patrullas.
El Korin de sus recuerdos, era a quién Astaroth esperaba volver a ver. El Korin de sus recuerdos era mental y físicamente fuerte.