Astaroth explotó en risas. Phoenix no solía tener ese tipo de sobrerreacciones, pero él entendió esa.
Después de reír por unos segundos, para el disgusto de su novia, se limpió unas pequeñas lágrimas que se formaban en la esquina de sus ojos.
—Os dejo a vosotras dos chicas decidir cómo deberíamos usar o repartir estas cosas. Todavía tengo algo que hacer hoy —dijo Astaroth.
Tanto Atenea como Phoenix asintieron en aprobación, mientras Astaroth salía de la habitación, guardando el anillo de almacenamiento en su inventario. Podría haberlo llevado puesto, pero prefería no hacerlo.
Si algo sucedía, el anillo estaría seguro en su inventario. Llevarlo puesto lo exponía a las manos de un carterista o ladrón experto.
Prefirió no tener el precioso objeto robado.
Al llegar a una escalera que subía un piso en la estructura del árbol, Astaroth la ascendió. El piso al que llegó tenía un grande corredor central que daba una vuelta completa dentro del árbol.