Al ver su exagerada reacción, Astaroth supo que estaba ante algo grande. Inmediatamente sacó la fruta de su inventario, mostrándosela al hombre-bestia.
Los ojos de León se salieron de sus órbitas cuando vio la fruta.
—Supongo que sabes lo que es esto —dijo Astaroth.
—¿¡Dónde lo conseguiste!? —preguntó León con asombro.
—Lo obtuve como recompensa por limpiar este lugar. ¿Por qué? —preguntó Astaroth con curiosidad.
—Esta es la razón por la que tomé posesión de este lugar. Esta fruta me atrajo aquí —confesó León.
—¿La conseguiste? —inquirió Astaroth.
Astaroth se puso curioso. Si León se había hecho con el Bastión por esta fruta, entonces ¿por qué se quedó después?
—Nunca pude. El olor de la fruta me trajo aquí, pero busqué por todas partes y nunca la encontré. Me quedé con la esperanza de que creciera otra antes de que pasara mucho tiempo. Nunca lo hizo —explicó León con cierta decepción en su voz.