—¿Dónde estoy? —preguntó Alexander, con la cabeza aún retumbando por haber sido golpeado como un tambor.
—Estás en el CHUM, siendo tratado por un disparo en el hombro, una clavícula rota, una costilla fisurada y una leve conmoción cerebral. Has tenido un día movido, Sr. Leduc. ¿Me cuenta qué pasó? —preguntó el detective, sacando una libreta.
La cabeza de Alexander pulsaba cada vez que intentaba pensar. Era doloroso, pero soportable.
—¿Puedo tomar un poco de agua primero? Siento como si hubiera estado cocinándome al sol durante días —respondió Alex, con la garganta seca y la boca sintiéndose como pasta.
—Claro, chico —dijo el detective, caminando hacia el dispensador de agua.
Sacó un vaso de papel del costado y lo llenó. Luego se lo llevó a Alexander, antes de darse cuenta de que tendría problemas para beber, estando esposado y todo.
—Ahh. Aquí. Déjame darte un pedazo de libertad, así puedes beber por ti mismo —dijo el detective, sacando las llaves de las esposas de su bolsillo.