—Qué caparazón tan duro tienes —dijo Raydon, examinando el lugar donde su daga había golpeado el hombro del Jefe de la Región.
No había puesto toda su fuerza en ese golpe; sin embargo, con los 110 de fuerza que tenía, aún anticipaba que al menos algún daño sería visible como resultado de él. Por otro lado, el oscuro caparazón de la criatura, que tenía un brillo metálico cubriendo todo su hombro, no mostraba señales de daño más allá de una diminuta fisura.
Era evidente que la defensa del Jefe era tan impresionante como su velocidad, y también era evidente que Raydon no sería capaz de perforar ese sólido caparazón a menos que hiciera un ataque significativamente más poderoso.