Raydon abrió lentamente los ojos y se levantó del suelo, sin saber cuánto tiempo había pasado.
—Maldición, eso fue tan inesperado —murmuró.
No había un dolor repentino en su cabeza ni una sensación de vértigo que lo hiciera desmayarse. En cambio, en el instante en que utilizó el encantamiento corporal, sintió como si todo su cuerpo se relajara y cayera en un sueño rápido y profundo.
—Me siento increíble, como si no hubiera dormido tan bien en mucho tiempo —dijo Raydon, mirando a su alrededor con ojos grises que parecían brillar aún más que antes.
Estaba experimentando un aumento de euforia y vitalidad. Sus sentidos se habían agudizado, y notaba cada detalle a su alrededor con una claridad recién descubierta. El aire se sentía cargado, y podía ver incluso las partículas de polvo más pequeñas flotando en la luz que se filtraba a través de la ventana.