A medida que la voz del esqueleto dorado retumbaba en el espacio, era como si todos los demás sonidos desaparecieran y el tiempo se detuviera. La pura fuerza de su pronunciamiento parecía sacudir la misma tela de la realidad, haciendo que incluso los seres más resolutos temblaran a su paso.
Raydon y Fehim estaban aterrorizados por la abrumadora presión que ejercía. La pura potencia que emanaba del ser parecía impregnar cada molécula de aire que los rodeaba, dejándolos a ambos maravillados e impotentes ante su poder.
Cuando levantaron la vista hacia las vacías cavidades oculares del esqueleto, se sintieron como si estuvieran mirando la esencia misma del poder mientras luchaban por mantener sus pies en el suelo contra su opresiva presencia.