—¡Quiero a mi papá! —Mira lloró.
—¡Yo también quiero a su papá! —Lusamine estuvo de acuerdo.
—Miau (¿De cuántas maneras diferentes quieres que te diga que no le gustas?)
Eris suspiró al darse cuenta de que tendría que pasar otro día soportando los berrinches de Mira.
Cuanto más tiempo pasaba su padre fuera, peor se volvía ella.
Saber que a quien deseas ver está tan cerca y sin embargo fuera de alcance es más frustrante de lo que uno podría pensar.
Y sin sus madres para ayudar tampoco, Mira era prácticamente incontrolable.
Afortunadamente, parecía que le gustaba Eris, así que de vez en cuando la escuchaba, pero cualquiera se encontraría con una lanza de hielo en la cabeza.
Actualmente, todas estaban sentadas alrededor de lo que se había convertido en la habitación de Mira y la niña una vez más exigió ver a su padre.
—Ya te he dicho Mira que tu papá y tus mamis están pasando por un momento muy especial —dijo Eris.