Lailah se desplazó por la cama hacia Abadón.
Incluso antes de que ella abriera los labios para hablar, él ya no estaba de acuerdo.
—Eso no va a funcionar. No voy a cambiar de opinión —negó.
Lailah sonrió inocentemente. —Aún no he hecho ni dicho nada, cariño.
—Estás haciendo esa cosa en la que te arrastras hacia mí de forma seductora e intentas minar mi estabilidad mental.
—¿Está funcionando..?
—Nunca ha dejado de funcionar, ese es el problema.
Lailah finalmente llegó hasta su esposo y prácticamente se metió en su regazo.
Acercó sus manos a su rostro, apartó el cabello que ocultaba sus ojos y lo miró fijamente con amor.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué decidiste que las chicas no podían ir a la Tierra?
—Sabes tan bien como yo que no es seguro ahora mismo. Lucifer sin duda ya está en la Tierra mientras hablamos, y no hay forma de saber qué está tramando.
La expresión de Abadón se suavizó y colocó su mano sobre el vientre de Lillian que yacía a su lado.