Después de que Abadón y Valerie se sentaron con el resto del grupo de seres divinos milagrosos, se quedaron observando la partida que ya estaba en marcha.
La pareja miraba en silencio, pero si eran sinceros estaban en medio de quedarse dormidos.
A ninguno de los dos les parecía particularmente interesante el ajedrez, incluso si era el propio dios el que jugaba.
Además, este lugar era tan tranquilo y hermoso que hacía que cualquiera sintiera que podía dejar sus cargas y descansar tranquilo.
—Parece que ustedes dos no están terriblemente interesados —dijo de repente Azrael.
—¿E-Eh? Disculpa si parecemos groseros, es solo que mi esposo solo juega juegos de cartas de monstruos con nuestro segundo hijo, así que esto es un poco demasiado sofisticado para él.
—Mi esposa no puede sentarse en un lugar por largos períodos a menos que tenga una cerveza y un reality show basura frente a ella.
De repente, Valerie y Abadón se miraron el uno al otro acusadoramente.