El rugido de Abadón hizo que todo en el campo de batalla se detuviera.
Dragones, caminantes del abismo, o incluso escombros no se atrevían a moverse sin su permiso ahora.
Simplemente dirigían su atención hacia su enorme figura y esperaban que su nuevo señor les diera una orden.
—Ah... ¿siempre fue todo tan pequeño? —Abadón finalmente se dio cuenta de lo grande que era realmente esta extraña nueva forma suya.
Ya estaba acostumbrado a ser más grande que todos los dragones que encontraba, pero esto era un nivel nuevo.
Ahora eran prácticamente como carros de juguete para él.
Con pasos que sacudían la tierra, Abadón avanzaba pesadamente y todos los caminantes del abismo en su camino despejaban la vía por un sentido indiscutible de miedo.
No pasó mucho tiempo antes de que llegara a una gran cúpula mágica que ya se derrumbaba desde dentro.
Una vez que se cayó completamente, Abadón pudo ver a sus esposas de pie sobre un lago que habían creado.
Estaban en mal estado.