—Recuerdo cuando te encontré allí. Eras la cosa más patética que jamás haya visto, sin importar qué versión de ti estaba mirando —dijo con desprecio—. El fracasado con sobrepeso que se odiaba tanto a sí mismo que consideraba el suicidio todos los días, y el frágil príncipe de los dragones que era demasiado débil e inseguro para siquiera tocar a las mujeres que se le ofrecían en bandeja de plata.
—Eso es todo lo que alguna vez has sido, y todo lo que siempre serás. Te conozco incluso mejor de lo que te conoces a ti mismo, así que deberías saber que mis palabras son verdaderas. Eres solo un niño jugando a disfrazarse, viviendo tus fantasías más salvajes de tener una existencia significativa y estar rodeado de aquellos que te adoran y te desean sin restricción alguna.