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En las primeras horas de las ocho de la mañana, la pequeña Gabrielle acababa de despertarse de su sueño y ahora se estaba preparando para el día.
Hoy era un día muy importante en Seol, y ella iba a tener que esforzarse un poco más en su apariencia de lo normal.
Comenzó metiéndose en su baño para tomar un baño rápido y deshacerse de la somnolencia persistente.
Una vez fuera, se puso una bata de baño muy gruesa y esponjosa que casi parecía un abrigo de visón.
Tomó asiento en el pequeño escritorio dentro de su habitación y comenzó a trabajar en algunos pequeños mantenimientos.
Después de peinar su cabello, abrió su caja de joyería y encontró todo tipo de gemas preciosas imaginables en forma de pendientes, collares, broches y cualquier otra cosa que su padre pensara regalarle al azar.
—¿Qué crees que me quedaría mejor? —un ruido de revuelo vino de debajo de las mantas antes de que un familiar cachorro negro sacara su cabeza a la vista por completo.