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Ruina yacía a su alrededor.
Dos bestias, ambas abominables en poder y apariencia, estaban heridas al borde de la muerte.
Pero había una que estaba de pie sobre la otra.
Un gran dragón negro que parecía tener múltiples cabezas en origen, pero algunas parecían haber sido arrancadas o mordidas.
Había un número atroz de agujeros en su pecho y torso, e incluso uno de sus brazos faltaba.
Pero lo había logrado.
El dragón herido dejó escapar un único y definitorio rugido que viajó incluso a través de universos paralelos.
Su victoria más grande lograda, la criatura finalmente hundió sus cabezas restantes en el pecho de su enemigo caído, tragándose su corazón y borrando su alma de la existencia.
Pero las memorias y conocimientos del ser fueron absorbidos por el dragón.
Había tanto odio y locura, pero bajo ese caos había conocimiento.
Tanto conocimiento que hizo girar la cabeza del dragón victorioso.