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—Erica se preguntaba cuán tentadora podría ser la vista de un Abadón desnudo. Después de todo, el chico andaba por ahí sin camisa las 24 horas del día, todos los días, así que ¿cuánto más seductora podría volverse la vista de él? La respuesta fue mucho. Con su cuerpo desprovisto de cualquier tela o joya, aparte de los nueve anillos que nunca se quitaba, su figura única podía ser apreciada en su totalidad, y ella se tomó su tiempo para hipnotizarse con cada detalle.
—Erica había oído que Abadón solía ser mucho más delgado e incluso más bajo cuando se recuperó de su enfermedad, pero ahora no podía ver ningún rastro de ello. Era una visión sublime de un hombre, con un cuerpo esculpido de material incomparable y deseo hecho físico. Cada músculo, folículo piloso, tendón o capa de grasa estaba dispuesto de tal manera que no podía evitar sentir un anhelo físico por él, incluso sin la marca.