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—Aunque la sangre de dragón que corría por sus venas era tan escasa que prácticamente no existía, Thea escupía fuego como si fuera una de las mejores —dijo ella.
—Si no estuviese intentando quemarle la piel de la cara, ¡Abadón habría intentado tomar una foto de este monumental momento en la historia de su familia! ¡El primer ataque de aliento de su hija mayor! —dijo Abadón.
—¡T-Tengo la impresión de que estás pensando algo muy condescendiente! —dijo Thea.
—¡Es solo tu imaginación, querida! —respondió Abadón.
—¡Esto no te está quemando para nada, verdad! —preguntó Thea.
—No, pero es un esfuerzo muy lindo —comentó Abadón—. ¡Maldición!
De repente, Abadón desapareció de su lugar frente a su hija más rápido de lo que ella podía percibir. Dado que él era lo único que sostenía la cola de Apofis, la serpiente púrpura terminó aplastando a su hermana mayor por completo.
—¡A-Apofis! —exclamó la hermana mayor.
—¡Lo siento! —respondió Apofis.