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Frente a Abadón había un hombre que era prácticamente irreconocible de su yo anterior.
Con una altura de 6'5 pies, era un pedazo de mármol esculpido pero ágil, con un cutis bronceado y saludable.
Mientras que antes Mateo poseía algo así como cara y voz de bebé, ahora tanto su aspecto como su voz eran los de un hombre de verdad.
Su cabello corto ya no estaba inmensamente lleno de grasa y ahora poseía un brillo y resplandor natural incomparable con cualquier cantidad de producto.
Su camisa se había abierto revelando un pecho repleto de músculos bien definidos e impresionantes.
Abadón asumió que estaba tan atónito por su transformación que apenas podía funcionar, y soltó una risa como si estuviera viendo a un niño jugar con un juguete nuevo por primera vez.
—Es bastante sorprendente, ¿no es así? No importa cuántas veces cambie mi cuerpo, siempre lo encuentro...
—¿Quién es esta chica?
—...¿Qué?
Mateo giró el teléfono de Abadón para mostrarle su pantalla de bloqueo.