Eris sintió su corazón apretarse en su pecho cuando se dio cuenta de que su hijo menor estaba verdaderamente serio acerca de su pregunta.
Pero era tan descabellado que ni siquiera sabía cómo procesarlo.
—Belloc... ¿por qué pensarías eso? —preguntó.
El segundo príncipe miró a su madre de arriba abajo mientras luchaba con su respuesta.
—Madre es vida... siempre expandiéndose, siempre creciendo. Yo soy pudrición y decadencia. Mi identidad está arraigada en la destrucción de todo lo que tú creas. ¿No me detestas por esto? —preguntó el niño.
Tan pronto como Belloc vio a su sexta madre elfa, supo que ella tenía una divinidad natural muy poderosa; y diosas como ella típicamente despreciaban a seres como él.
Aunque no era como si pudiera culparlas, pues él siempre las había odiado también.
Pero aunque no odiaba a Eris, ya había esperado que ella lo odiara.
Contrario a sus expectativas, Belloc vio a su madre sonreírle de una manera que nunca antes había hecho.