Abadón observaba cómo una mujer en un vestido azul con un velo cubriéndole la cara aparecía de la nada como una suerte de espejismo.
Igual que él, sus pies tocaban levemente el agua sin provocar ni una sola ondulación, y ella cruzó sus brazos seriamente.
—Abadón... No deberías estar en este mundo —dijo ella con un tono tan severo como pudo reunir.
Abadón miró el aire a su alrededor y vio que de hecho estaba vibrando como si fuera inestable.
Si usara incluso el más mínimo ataque aquí, probablemente causaría un desastre natural del que este mundo nunca se recuperaría.
Si no tuviera un punto de apoyo aquí, probablemente ni siquiera hubiera podido entrar.
—Vine para tener una conversación. ¿Está mal eso?
—Depende de sobre qué has venido a hablar. No te tenía por un hombre con tal afición por charlar —respondió ella.
—No soy de ese tipo, Asherah —afirmó él.
—Entonces quieres algo, ¿verdad? Maravilloso —comentó ella.