Decir que Audrina y Seras ahora parecían significativamente más poderosas era decir poco.
Incluso Abadón sentía una presión y peligro por parte de sus esposas que le ponían los pelos de punta.
Las dos desprendían impresiones muy diferentes que de alguna manera eran igual de peligrosas.
Seras era como una masa giratoria de destrucción, y mirarla era como conocer un millón de sangrientas batallas.
Su aura era pesada, opresiva y, más que nada, era aterradora.
Audrina era completamente diferente en el sentido de que se sentía como el absoluta nada.
Si Abadón y la familia no la estuvieran viendo directamente, sería fácil pensar que ella no estaba por aquí cerca.
Para hacer las cosas más interesantes, ahora lucía justo como un dragón.
Sus cuernos se habían oscurecido y desprendían una regalidad peligrosa, y escalas negras similares a las de su esposo habían empezado a cubrir sus mejillas y manos.