Zeus esperó y esperó, pero nadie parecía tener una respuesta para la pregunta que había planteado.
A él le enfurecía sobremanera ver cómo los dioses y seres superiores reunidos ante él se miraban unos a otros como tontos sin pista alguna.
—No sé de dónde viene, pero sí sé que luce bien —bromeó una diosa.
—¡En efecto! Ya me he propuesto capturarlo y que caliente mi cama durante los próximos milenios.
—No estoy segura de qué sería más divertido. Si someterlo bajo mí o que él me someta a mí.
Como era de esperar, las mujeres estaban tomando esta situación de la manera más ligera de todos.
Con su encanto que había ascendido más allá de toda realidad y sentido común, el dragón negro se había grabado en los corazones de estas vanidosas diosas a quienes solo les importaba la belleza.
Además, su promesa era aniquilar a cada DIOS, no a las diosas.
Seguramente estarían a salvo, ¿verdad?