—Abadón estaba de pie solo en la proa del barco mirando nonchalantemente hacia el mar, un océano frente a él y otro dentro de su mente —comentó.
Por primera vez en mucho tiempo, el emperador demoníaco viajaba sin sus esposas o un ejército.
Ahora que sabía que su hogar y su gente iban a estar bajo amenaza, sus esposas y mejores soldados debían permanecer en casa para hacer ciertas preparaciones.
Estaría mintiendo si dijera que su ausencia no estaba pesando en él, pero al menos no estaría completamente solo en este viaje.
—A menudo te encuentro así —dijo ella.
Abadón miró por encima de su hombro y sonrió cálidamente a su compañera de viaje.
—Mi niña... siempre eres toda una visión —dijo al notar su ropa nueva.
Thea sonrió a cambio mientras empujaba tímidamente su cabello rubio fuera de su rostro.
—¿Me quedan bien? —preguntó.
—¿Cómo no iban a hacerlo?
Una innovación que Abadón había anhelado llevar al mundo desde hace tiempo finalmente estaba siendo implementada.