Gideon y Godfrey bajaron de sus caballos y desenvainaron sus armas. —¡Desenfunda tu espada, monstruo!
—Tranquilos, hombrecillos. Hace mucho que no enfrento a un ejército así en solitario. Déjenme saborear esta experiencia.
De repente, Abadón desapareció ante sus ojos y reapareció justo entre ellos.
—¿Qué-
—¿Cuándo has-
¡BANG!
Abadón golpeó con despreocupación a ambos enanos en el lado del cuello, enviando sus pequeños cuerpos volando en direcciones opuestas.
Girando, el dragón echó un vistazo al millón de soldados enanos con los que aún no había interactuado.
Unos cuantos hombres más valientes se lanzaron en grupos contra Abadón, arremetiéndose contra él con espadas, lanzas y martillos.
¡Tink!
¡Clang!
¡Clunk!
Abadón recibió alrededor de doce armas que golpearon su cuerpo.
Ninguna de ellas logró perforar ni la primera capa de su piel, ni siquiera dejar un moretón.
—Tú... Tú no esquivaste... —dijo un enano.