—¡9 churros, por favor! —dijo Eris.
—¡Y una cerveza! —exclamó Valerie.
—¡Para la familia real, es por cuenta de la casa!
—Vamos, Sr. Wilbur, no podemos aceptar algo así de usted, estamos más que felices de pagar el precio completo —dijo Lisa.
—Entonces serán dos cobres.
—...¿Por nueve churros y una cerveza? —preguntó Bekka.
—Sí, emperatriz.
El grupo sonrió ante el favoritismo tan evidente que se les mostraba, pero no se sintieron corteses al seguir rechazándolo.
En su lugar, Lailah usó un poco de su magia para enviar una pequeña moneda de oro al bolsillo trasero del amable vendedor.
Una vez que el grupo tenía sus golosinas, se despidieron del hombre y continuaron su cita por las calles.
El festival estaba muy animado, y había todo tipo de juegos y eventos en los que participar.
Incluso el distrito de luz roja de Luxuria tenía una atracción especial; una cabina donde uno podía obtener moldes personalizados de los genitales de sus parejas.