Cuando Yara escuchó la voz de su antigua niñera saliendo de una espada, reconoció que se quedó congelada de la impresión.
Su mente no volvió a funcionar hasta que vio que el extraño arma estaba a punto de irse, y sabía que tenía que detenerla antes de que fuera demasiado tarde.
—¿L-Lillian...?
La gran espada se detuvo justo antes de poder salir por la puerta y giró lentamente.
—Hola mi señora. Ha pasado mucho tiempo.
Los ojos de Yara se llenaron de agua mientras se tambaleaba hacia adelante para posar sus manos sobre la fría lámina metálica.
—Mi dulce niña, ¿qué te ha pasado? ¿C-Cómo estás...?
—Fue tu hijo... me sacó del más allá y me trajo de vuelta como un espíritu.
Todos:
—¿¡ÉL HIZO QUÉ?!?
La velocidad con la que las cabezas se giraron para mirar a Abadón no fue menor que Mach 3, pero al dragón no le prestaba atención a esta conversación.