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Iori Draven estaba de muy buen humor.
Por primera vez en mucho tiempo, Helios le había llamado al castillo de manera inesperada.
Desde que tenía memoria, Iori había admirado e idolatrado a su padre.
¿Cómo no hacerlo cuando era el único ser que cualquier persona, viva o muerta, temía?
Por ello, Iori trataba cada interacción con su padre como una oportunidad de aprender y seguir sus pasos.
Su sueño era ascender al trono algún día, y solo entonces se sentiría digno de llevar el apellido Draven.
Al empujar las puertas de la sala del trono de su padre, Iori se sorprendió al ver que ya había algunas personas allí esperándolo.
Su padre estaba allí, por supuesto, de pie junto al hombre que consideraba su tío, Hajun.
Sorprendentemente, su hermana también estaba allí esperando junto a un hombre que Iori nunca había visto antes.
'¿Un demonio? No me digas...'
—Me alegra que estés aquí, hijo. Te llamé porque tengo un favor que pedirte —dijo Helios.