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Dentro del palacio de Lucifer, el ángel caído seguía consumido por la ira.
Ya había cortado la conexión con Abadón, pero cuando intentó reclamar el pecado de la lujuria, ¡descubrió que ya no lo poseía!
Lucifer no estaba seguro de cómo era posible algo así, pero solo sirvió para añadir frustración a este día ya molesto.
—¡Bastardo... BASTARDO!!!
¡BUM!
Lucifer pateó una pared cercana y la vaporizó convirtiéndola en la nada.
Estaba a punto de continuar su furioso alboroto cuando el sonido de pasos delicados se acercaba y supo instintivamente lo que venía.
Desde el rincón de su ojo, Igrat apareció vestida con un impresionante vestido rojo y una mirada preocupada.
—¿Dónde está mi nieto? Y no me mientas, todo el infierno los escuchó discutir, así que dime
Cansado del sonido de su voz, Lucifer extendió la mano y agarró a Igrat por el cuello, amenazando con apagar su vida.
—Ni... una... palabra... más...