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—Click.
—Click.
—Click.
—El sonido de los tacones de Lailah resonaba ruidosamente contra el suelo de piedra y viajaba hacia las oscuras profundidades de abajo.
—Sus ojos serpenteantes rojos brillaban vibrantes en la oscuridad, permitiéndole ver fácilmente su camino hacia adelante sin perder ni un solo paso.
—Madre, ¿por qué no dejaste que papá viniera? —preguntó Apofis desde su hombro.
—Tu padre puede ser muy... temperamental cuando se trata de mí y del resto de nuestra familia, hijo mío. Si él escuchara a mi madre insultarme, como estoy segura de que lo hará, la mataría antes de que pudiera siquiera saber por qué vino aquí o cómo encontró este lugar.
—Lailah había comenzado a tener especial cuidado en incluir a Apofis más en las discusiones familiares.
—Quería que él se diera cuenta de que también era parte de la familia y como resultado, ganara algún tipo de comprensión de la emoción.