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Un pequeño golpe en la puerta hizo que Abadón se levantara para dejar entrar a sus ayudantes esperadas.
Antes de que la puerta estuviera completamente abierta, Nita, Rita y Tita ya podían oler el espeso almizcle del sexo que se derramaba de la habitación.
—Maestro se pasó de la raya otra vez, ¿eh? —dijo Tita.
—El maestro definitivamente se pasó de la raya... —afirmó Rita.
—Estoy tan celosa... —comentó Nita.
Abadón se rascó la mejilla con cierta vergüenza. A pesar de ser un hombre hecho y derecho, se sentía mal cada vez que sus tres adorables criadas tenían que ayudar a limpiar las consecuencias de su desenfrenada lujuria.
Pero los pensamientos de Nita, que ni siquiera se esforzaba por ocultar, le recordaban que estas chicas no eran tan inocentes como parecían.
Se hizo a un lado y dejó entrar a las tres chicas en la habitación. —Ayúdenme a llevarlas al baño.
Abadón levantó a Valerie y Audrina ya que habían sido las dos con las que más se había desatado.