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—Comenzó con su piel.
La piel de Exedra, que siempre había sido un bronce inmaculado, de repente se volvió tan negra como la noche que lo rodeaba. Sus huesos se estiraron y crujieron mientras crecía hasta igualar la altura de siete pies de Helios.
Su largo y oscuro cabello de repente creció aún más y volvió a su color rojo sangre anterior. Tres orgullosos cuernos negros sobresalían de su cabello como la corona de un rey. En el centro de su frente, había un ominoso ojo negro con esclerótica dorada.
Los tatuajes en el lado izquierdo de su cuerpo de repente comenzaron a brillar con una extraña luz púrpura.
Aunque estos cambios eran de hecho impresionantes, nadie era realmente capaz de notarlos en ese momento.
La atención de todos estaba actualmente en los brazos de Exedra.
O, más específicamente, en el segundo par que había crecido justo debajo del primero.
