—Thea Draven —murmuró Thea, parecía hipnotizada por su nuevo nombre y no pudo evitar murmurarlo en voz alta.
—Thea... —susurró.
—¡Ah! ¡Ella habló! —exclamó Mira.
Sintiéndose como si hubiera cometido algún tipo de error, rápidamente se cubrió la boca y miró a Exedra con ojos temblorosos.
—Oh, así que finalmente hablas —Exedra le acarició la cabeza suavemente y le ofreció la mitad de la galleta de vuelta.
—No te preocupes, nadie te va a castigar si hablas, hija mía. Puedes ser tan ruidosa como quieras, o tan silenciosa y te trataré igual —Exedra conocía su historia, así que sintió que era crucial tranquilizarla.
La niña pareció relajarse con sus palabras y habló de nuevo con hesitación.
—Gracias por mi nombre... padre —dijo la niña.
Ahora que había hablado una frase completa, tanto Mira como Exedra pudieron escucharla claramente.
La voz de Thea era suave y tímida, como la de un ratón de campo.