Heinz estaba en su laboratorio, sosteniendo el recién creado cristal divino.
La luz oscura y pulsante dentro del cristal era prueba de su éxito. Lo había logrado: había dominado el poder de la Divinidad Corrupta. Este cristal permitiría a él y a cualquier otro Practicante de las Artes Oscuras de Primera Clase controlar esta energía caótica. Todavía podría modificarse para mejorarlo mucho, pero otros podrían encargarse de esa tarea.
Heinz se sintió aliviado después de confirmar que esta tarea obligatoria que le habían impuesto finalmente estaba completada.
Luego se permitió un raro momento de celebración. Sus aprendices también se reunieron a su alrededor y, sin duda, sus rostros estaban llenos de asombro y admiración.
—Hoy marca una nueva era para las Artes Oscuras —declaró Heinz, su voz resonaba con orgullo—. Con este cristal divino, podemos ejercer el poder de la Divinidad Corrupta. Nuestra fuerza será incomparable.