«Aunque solo he heredado las técnicas del Alquimista del Caos... Estoy segura de que puedo hacer esto», pensó Miya para sí misma, ya que realmente no había intentado hacer alquimia aparte de sus escasas habilidades durante su tiempo en las clases de Alquimia Oscura.
No obstante, las manos de Miya comenzaron a moverse.
Primero, Miya midió cuidadosamente las Cenizas de Fénix.
Esta también era la primera vez que veía las cenizas, y le parecieron realmente hipnotizantes cuando su resplandor dorado iluminó sus manos. Luego las añadió al caldero y observó cómo brillaban y se disolvían en un fino polvo.
Después, tomó el fragmento de Piedra Lunar...
«Así que esto es una Piedra Lunar...», comentó Miya en su mente.
Encontró este artículo bastante bonito, especialmente después de que el Pontífice decidiera tomar el de la más alta calidad.
Su superficie brillaba con una luz amarilla calmada antes de que lo moliera hasta convertirlo en polvo fino con la ayuda de su Fuego del Alma Blanca.