La guardia se dirigió a la oficina del Ministro de Inteligencia, donde había dos hombres de guardia, y uno más rondando, un joven Demonio de la Ira con músculos robustos y una sonrisa encantadora que sacaba más información de sus objetivos que sus puños jamás lo habían hecho.
—Buenos días, querida. Llegaste justo a tiempo, mi turno acaba de terminar —le informó con una sonrisa socarrona, luego agarró a la media bruja guardia por la mano y la llevó por el pasillo hasta la sala de estar.
Había algunos empleados alrededor, incluyendo guardias en las puertas de otros ministros, quienes todos se rieron de su buena fortuna, e incluso lanzaron un hechizo de silencio sobre la puerta de la sala de estar después de que los dos entraron.