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—Eso está más como lo esperado. ¿Sabes? Siempre quise ganar suficiente dinero para que vinieran a limpiar mi casa todos los días. ¿Quién iba a decir que podríamos tenerlos aquí en la línea? —rió uno de los soldados antes de que el chef principal comenzara a gritarles.
—Basta de jugueteo, muchachos. El cambio de turno es en quince minutos. Terminen de comer y lárguense. Ustedes, chicas, pónganse a trabajar en los platos.
Las cinco prisioneras rápidamente dejaron de admirar sus nuevas y cálidas ropas y se pusieron a trabajar mientras el chef principal se acercaba a hablar con Wolfe.
—Disfrutaste eso, ¿verdad?
—Inmensamente —él aceptó.
—Son buenas chicas y sé que ya estás siendo más indulgente con ellas de lo que muchos serían, pero creo que ya están abandonando. Preferiría no tener que enterrarlas, si entiendes a lo que me refiero.
—Supongo que dejarlas pasar por la rutina diaria no fue suficiente, ¿no? —Wolfe preguntó.