Ali le dio una palmada en el hombro a Jelia, diciendo:
—La situación es algo crítica; necesito explicártelo para que podamos decidir nuestro próximo movimiento.
—¿De verdad me estás consultando? ¿No sueles tomar decisiones por tu cuenta? —Jelia bufó.
—Porque quiero tomar prestado a tu secuaz por un rato, para deshacernos de algunos individuos especialmente molestos.
En lo profundo de la jungla, en una cueva somera y oculta, yacía el refugio temporal para Ali, Jelia y Roronora.
Para evitar ser detectados por los asaltantes encapuchados, Ali había renunciado a hacer fuego.
La ausencia de su usual sopa caliente de carne seca e incluso tener que comer el pan frío amargó el ánimo tanto de Ali como de Jelia.
Roronora, sin embargo, parecía no verse afectado por tales incomodidades.