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—Así que has venido a enfrentarte a mí, Emperador Arcano —dijo el anciano.
La expresión de Leo se transformó en sorpresa y luego en realización. Entendió por qué la habitación a la que había entrado se llamaba la sala de registros. Era la habitación que guardaba los registros del Emperador Arcano.
Observó de cerca para ver exactamente cómo lucía su predecesor. Desde la espalda, Leo solo podía ver su cabello negro.
—¿Te sorprende que esté enfrentándote? —dijo el Emperador Arcano—. Eres una persona con la que tengo que luchar. Era inevitable.
El anciano sacudió la cabeza.
—No estoy de acuerdo. La oferta para que te unas a mí todavía está abierta. Pero si ahora te niegas, me temo que tengo que luchar contra ti con todas mis fuerzas —dijo.
Leo esperó con anticipación que el Emperador Arcano dijera algo. Basándose en su voz, Leo podía suponer que no era casi tan viejo como el otro mago.