Las palabras de Alí hicieron dudar a Rudo.
Aunque él y Monka tenían un entendimiento aproximado de la verdad detrás del ataque, estaba claro que no podían ser ellos quienes informaran a los subhumanos: tenían demasiados secretos que guardar.
Mientras sus intenciones eran buenas, una mentira solo podía ser cubierta con más mentiras.
Si esas mentiras se descubrían ahora, la reputación de Monka seguramente se desplomaría.
Por lo tanto, Rudo no podía rechazar a Alí; incluso necesitaba aparecer interesado.
Así es como debería actuar un líder enfocado en la batalla.
—¿Qué inteligencia? Si son esas mentiras obvias, ¡prepárate para dejar algo atrás aquí!
El mero descubrimiento de un escondite significaba problemas incalculables.
—Relájate, ¿parezco alguien que habla sin sentido? —Alí se rió entre dientes—. Déjame decirte, el que los atacó es un rico mercader llamado Gick, que se hospeda en la única posada de Pueblo del Roble.
—¡Esta noche, planeo lanzar un ataque sorpresa y matarlo!