—¡Dios mío, esto tiene que ser intervención divina!
—¡Tienes razón! Nuestra multitud de habilidades falló en activar cualquier efecto de control. Ese éxito repentino del Hechizo Flecha Helada tiene que ser obra de Dios. —Los estudiantes alabaron los cielos mientras los cuatro guardias aprovechaban el momento.
Avanzaron rápidamente, sus armas golpeando la cáscara de hielo.
Con un sonido atronador, el hielo se hizo añicos, y con él, el Barón Vampiro·Huesman quedó fracturado.
Su brazo izquierdo se partió, la mitad cayendo al suelo junto con los fragmentos rotos de hielo, solo para desmoronarse instantes después.
El sufrimiento se levantó como un maremoto dentro del Barón Vampiro·Huesman, provocándole lanzar un grito desgarrador.
Lamentablemente para él, los guardias, curtidos en combate, resistieron el asalto sonoro.
Uno de ellos cargó directamente hacia adelante, aferrándose al cuello del Barón Vampiro·Huesman, mientras los demás continuaban balanceando sus armas contra él.