Aunque Howard sentía mucha aversión por los asesinos que se esconden en las sombras, no podía negar que los consejos de Antalya tenían sus méritos.
Probar algo nuevo no era necesariamente una mala idea.
—Howard, tan temprano otra vez... ¿Aspiras a la grandeza? —La voz de Jelia se llevaba por el aire, haciendo que Howard suspirara—. ¿Cuántas veces te he dicho? Llámame 'hermano' o 'jefe', no por mi nombre directamente. ¡Es de mala educación!
En el pasado, aquellos que se atrevían a dirigirse a él por su nombre, incluso si a él no le importaba, podrían terminar en problemas con sus seguidores.
—Howard es Howard. ¿Por qué deberíamos usar esos títulos extraños? ¿Tienes algunos hábitos peculiares, Howard? —Jelia luchaba por abrir la ventana, usando tanto manos como pies para trepar torpemente a través de ella.
Debido a su baja presión sanguínea matutina, sus movimientos eran temblorosos, pareciendo que podría caerse en cualquier momento.